El Infiltrado del KKKlan, dura crítica social
- cinefilosrincon
- 5 dic 2018
- 2 Min. de lectura

En 1970, Ron Stallworth (John David Washington) es un agente de la policía de Colorado Springs, quien decide formar parte de un equipo especial para desmembrar una célula de la temible organización Ku klux klan, junto con Flip Zimmerman (Adam Driver), también policía. Juntos encarnan una sola personalidad a fin de llegar hasta el fondo del grupo, el cual planea un atentado terrorista que inhiba la unión de un grupo de color radical que existe en aquel estado.
Dirigida por Spike Lee, la cinta se perfila como un estado de reflexión, ante el resurgimiento del racismo en los Estados Unidos, motivado por la política proteccionista y de privilegio norteamericano generados por el actual presidente Donald Trump, quien ha manifestado, abiertamente, su deseo de purificar la situación social que guarda su país, otorgando mejores condiciones de vida para la gente blanca.
El filme se desarrolla en un ambiente de tensión y humor negro, donde ambas posiciones -negros y blancos- fraguan un acto de rechazo y resistencia, lo que podría desembocar en una guerra social de grandes proporciones.
Lee juega con la imagen de los personajes, otorgándoles estereotipos característicos de la época, no solo en su vestimenta, sino también en su forma de expresión, además de su misma ideología, lo que termina por dar forma al argumento.
Con forme se desarrolla la trama, la tensión va envolviendo al espectador, lo que nos predispone a un epílogo explosivo y violento, momento que es plasmado por el director a través de una confrontación de escenas, de uno y otro bando, las cuales van subiendo de intensidad a medida que se acerca el momento más álgido del filme, similar a lo que hizo Francis Ford Coppola con El Padrino en 1972.
Finalmente, el mensaje que nos deja la película, es que las circunstancias que generan un clima violento pueden provenir de una exacerbación de los valores de un grupo social o toda una nación, lo que desencadena una inevitable confrontación de ideas y, lo que es peor, que el sacrificio o toda una estrategia para acabar con un problema de tal magnitud, termine por convertirse en una cura momentánea.
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