Una familia peculiar, de la tristeza a la felicidad

Tras la muerte de su esposa, Denis Patar (Gustave de Kervem) se tiene que hacer cargo de la manutención y cuidado de sus hijas Janine (Heloïse Dugas) de 13 años y Mercredi (Fanie Zanini) de 9, para lo cual consigue dos trabajos de medio tiempo, pero un descuido hará que una trabajadora social inicie una investigación con la finalidad de asegurarse que las niñas están recibiendo la atención adecuada.

Sophie Reine nos entrega una historia sin mayor complejidad más que la que vemos en la pantalla: las andanzas de un padre soltero que, a pesar de su dedicación y cariño por sus hijas, no termina por hacer las cosas bien, lo que le ocasionará un revuelo en su vida personal, además de entregarse a una labor que, por tradición social, corresponde a la mujer.

La idea no es nueva, tanto en el cine como en la vida real, aunque en ésta última no puede existir el margen de equivocación y, mucho menos, la claudicación. La película es amena sin llegar a la hilaridad, sin menospreciar las excelentes interpretaciones de las dos pequeñas actrices, quienes consiguen que el público empatice con la causa y logre pasar un buen rato.

Aunque el ambiente en el que se desarrolla la trama es, hasta cierto grado, deprimente, la directora se encarga de hacernos ver que no es la carencia material lo que en verdad puede hacer sucumbir a una familia, sino el distanciamiento y la falta de cariño que pueda prevalecer a la falta de uno de sus integrantes, además de hacer quedar mal al sistema gubernamental que, en lugar de apoyar, presiona para que las cosas marchen de acuerdo a lo establecido en la sociedad, aun menoscabando el dolor y el sacrificio personal.

El gran mérito de Reine radica en hacer que la historia aterrice en el mundo real, dejando entrever que, a pesar del dolor, la vida sigue su curso, y no nos queda otra alternativa más que la de mantenernos en el camino, ya que de lo contrario, la desventura podría acabar con nosotros.