Un Final Feliz

Los Laurent son una familia burguesa que vive en la ciudad francesa de Calais, pero el egoísmo y la falta de comunicación entre ellos, les traerán múltiples problemas relacionados con las adicciones, y los traumas psicológicos, evitando que la distención familiar se lleve a cabo. Por si fuera poco, el fenómeno migratorio en su país no les permitirá llevar una vida tranquila, sino todo lo contrario.

La última película de Michael Haneke tiene la peculiaridad de tener un ritmo semi lento, con pequeñas explosiones en los personajes, -casi imperceptibles-, que nos obligan a fijar nuestra atención en espera de que la trama experimente la catarsis a la que nos tiene acostumbrados este realizador alemán.

Como ya lo saben, queridos Cinéfilos, el cine de Haneke no es fácil, ya que él, al igual que Bergman, guarda la característica de hurgar en la vida rutinaria de las personas, tanto en sus alegrías, como en sus sinsabores, teniendo por costumbre terminarla de una manera extremista, acorralando a sus personajes hasta el borde de la desesperación.

En Un final feliz sigue siendo leal a su estilo de trabajo, pero con la diferencia de que ahora nos deja entrever la posición que mantienen las redes sociales dentro de la vida de las personas, sobre todo entre los jóvenes, y los no tan jóvenes, las cuales les son de utilidad como una forma de que los personajes canalicen su personalidad y aislamiento, que termina siendo el aspecto más importante del filme, brindándonos la tarea escudriñar en el comportamiento de los personajes, además de interpretar el grado de aislamiento al que están siendo sometidos.

Reiteramos, la película no es fácil de seguir,

amerita de una gran concentración para dejar que la historia se nos revele, así como la intencionalidad del director, que al final de todo, es lo que menos importa, dado que sabemos que cada uno de los personajes terminará por sucumbir a consecuencia de sus propios errores y traumas personales.