La maldición de Thelma... ¿la otra Carrie?
- cinefilosrincon
- 28 mar 2018
- 2 Min. de lectura

Thelma (Eili Harboe) acaba de ingresar a la Universidad y, con ello, adquiere su total independencia. Mientras se encuentra en la biblioteca, conoce, de reojo, a Anja (Kaya Wilkins), una joven de su misma edad también universitaria. Súbitamente, Thelma sufre un espasmo muy parecido a la epilepsia que la hace caer al piso, por lo que es asistida por la misma Anja y varios de los allí presentes.
Conforme va transcurriendo el tiempo, Thelma empieza a experimentar cambios de personalidad, a la vez de que su relación con Anja se vuelve más estrecha, a tal grado, que llegan a tener un acercamiento físico, desconcertando, por completo, a Thelma, por lo que ésta opta por recurrir a especialistas a fin de que descartar cualquier tipo de padecimiento, sin saber que, desde su infancia, ella guarda un terrible secreto.
Este es el cuarto largometraje de este joven realizador danés de nombre Joachim Trier, en el cual maneja aspectos relacionados con la religión, la sexualidad y la parasicología, tomando como base algunos argumentos cinematográficos de las postrimerías del siglo XX, aunque este término bien podría adquirir su propio significado a lo largo de la cinta.
Es un buen toque de Trier iniciar con una escena donde el padre de Thelma, estando de cacería con ella, decide apuntarle a su hija en lugar de al ciervo que tiene en la mira, lo que hace pensar al público de algo está mal, ya sea en la niña o en el adulto.
Las caracterizaciones son muy bien llevadas por las protagonistas, quienes no se inhiben a la hora de expresarse cariño. Nada fuera de lo común o que genere sobresaltos; algo que es muy bien visto por el público. Es, sin duda, un gran acierto de los nuevos directores saber entretejer escenas que se apeguen a la intencionalidad de la historia, y no sólo por contar con escenas que llenen la película.
Indiscutiblemente, el filme está pensado en los y para los jóvenes, a lo que muchos han dado en llamar “hípster”; un estilo que prevalece en varias películas de los últimos tiempos (Her, Voraz, El Demonio Neon, Llámame por tu nombre,
etc), las cuales se apegan a historias que ya fueron adaptadas, pero que toman cierta frescura que gusta mucho a las nuevas generaciones.
Por sí sola, la cinta gana un gran reconocimiento por su ágil manejo de cámara y su perfecta edición, aunque por un momento abusa del uso del efecto estroboscópico que llega a ser molesto para algunos espectadores. Sus efectos visuales son sencillos, pero que cumplen con su objetivo, además de incluir una simbología religiosa estrechamente conectada al mundo animal.
Su música, a cargo del noruego Ola Fløttum, se mantiene a tono con las escenas, manteniendo un nivel que la hace disfrutable y nada rebuscada. Es un buen material para ser escuchado por separado.
Los tiempos están cambiando y el cine también. Confrontemos las nuevas propuestas, que tienen por finalidad implantar un estilo, sin olvidar los antiguos cánones cinematográficos.
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